25 Oct
25Oct

Por Pilar García

El mundo nos rompe a todos, y luego algunos se hacen más fuertes en las partes rotas - Ernest Hemingway -

"Planificar el futuro es la mejor inversión que una persona puede hacer", ¿cuántas veces hemos escuchado una frase similar a esta? Desde pequeños parece ser que nuestra visión se encuentra orientada al futuro, preguntándonos qué es lo que deseamos hacer de adultos, dónde vamos a vivir, qué vamos a estudiar, entre muchas otras cosas. Esta ambición puede traernos beneficios, una motivación para alcanzar cada una de nuestras metas, y aunque hay una gran posibilidad de que consigamos realizar estos propósitos... ¿qué pasa cuando eso no sucede?, ¿qué tal si cambiamos en el camino?, ¿qué pasa si "fracasamos" en el intento?

     La Real Academia Española define el fracaso como "la caída o ruina de algo con estrépito y rompimiento", un evento o idea que llega a nuestra vida con sutil violencia a remover de los rincones más ocultos de nuestro ser las inseguridades y miedos que nos quitan el sueño de noche. 

     Vivimos inmersos en una sociedad donde existe una excesiva valoración de lo que entendemos por éxito y por ende, una minusvaloración del fracaso; donde rendirse no es opción y muchas personas ven sus acciones ser influidas por el miedo a fallar en el intento. Podemos esforzarnos hasta el cansancio por no caer en el error pero, ¿qué podemos hacer para manejar esta sensación de haber fracasado en nuestras metas?

  1. Recuerda que no es personal: separa tu identidad del evento que te esta causando problemas, personalizar nuestros errores puede ocasionar más dolor que la situación por si misma. Tú estás hecho de eventos, lugares, personas y sueños por alcanzar, todo eso tiene más peso que el error que cometiste.
  2. Utiliza nuevas estrategias: si la vida te presenta una puerta y no la puedes abrir por ti mismo... toca el timbre. Pensar de forma obsesiva sobre el evento que te preocupa puede ser debilitante, mejor enfoca tu energía en buscar opciones más adaptativas y asertivas para resolver la situación; recuerda que todo en esta vida tiene una solución.
  3. El miedo puede ser tu mejor amigo: no sé que opines sobre el miedo, pero a mí no me gusta experimentarlo; sin embrago, he aprendido a lo largo de los años que tenerlo como aliado es posible. Cada vez que te sientas intimidado(a) por este sentimiento, pregúntate esto: ¿qué es lo peor que puede pasar?; en ocasiones sobredimensionamos las consecuencias de nuestras acciones y puede que en realidad el muro que ves alzarse frente a ti no sea tan imponente si lo vas destruyendo un tabique a la vez.

Y por último  pero no menos importante (insertar sonido de tambor)...

El fracaso puede convertirse en tu mejor maestro... así es, un maestro difícil de aceptar, pero lleno de enseñanzas que no se podrían aprender de otro modo. Fallar en algo, encontrarte de frente con lo que más temes, puede ayudar a que dejes las máscaras de lado y te enfrentes contigo mismo(a).

     En Japón, existe un arte tradicional conocido como Kintsugi, el cual consta de reparar cerámica rota utilizando un potente adhesivo rociado con polvo de oro. El proceso no sólo restaura la pieza, sino que la vuelve más fuerte y resistente, pero de seguro te estarás preguntando, ¿qué tiene que ver una vasija de cerámica conmigo? Recuerdas cómo habíamos definido al fracaso: la caída de algo con estrépito; lleva esta imagen a tu vida.

     Los japoneses nos dan la lección más grande del día de hoy: cuando alguien ha sufrido un daño y tiene una historia detrás, lo débil se hace fuerte y lo frágil se hace hermoso.

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